martes, 2 de junio de 2015

PREMIO CATEGORÍA PROFESORES: PILAR FORTUNY

Acabo de escribir mi última novela.
            Bien pensado no sé si puedo decir “mi” porque no ha salido realmente de mí, más bien me he sentido utilizado por ella para salir a la luz: los personajes salían a borbotones por mis dedos, como queriendo dejar constancia de su existencia en el papel. No he tenido siquiera que ponerme a pensar en la trama o el desenlace, mi pluma se ha ido deslizando mecánicamente, entrelazando las palabras y describiendo los lugares que cuando la leáis vais a recorrer.
No he tenido que pensar en nada: ni en la maestra revolucionaria de la escuela unitaria, ni en el boticario que en ese pueblo también es cura (qué cosa más rara ¿verdad?, normalmente los curas están en el seminario y allí no se estudia farmacia), ni en el alcalde-médico. También el barbero es herrero, pero todos los demás son personajes normales, como los de cualquier novela, con sus más y sus menos, los principales en todas partes llevando el peso de la historia y los secundarios apareciendo aquí y allá para rellenar los huecos en los que hacen falta.
Ha sido una experiencia muy extraña. Todas las mañanas, después de desayunar y de pegarme la ducha fría de rigor, me he sentado en mi escritorio, frente al papel blanco, como siempre hago cuando me dispongo a escribir. Pero esta vez la cosa ha sido muy diferente: en lugar de tener que sacar la lista de papelillos numerados en los que voy anotando cada uno de los detalles sobre los que después se construirá la historia; los papelillos con los nombres de los personajes y su descripción para que no haya después incoherencias a lo largo de la trama, todas esas anotaciones que voy ampliando y desarrollando para crear el libro, en lugar de necesitar todo eso, sólo he tenido que tener a mano un buen montón de hojas en blanco y recambio de tinta para la pluma. Desde el primer momento en que me senté dispuesto a ir anotando datos con los que tejer la historia, vi que ésta estaba ya escrita en algún lugar que no era mi cabeza. Poco a poco empezó a salir y a dibujarse sobre el papel.
Cuando la leáis os daréis cuenta de que a veces por mucho que las personas parezcan malas, en realidad no lo son. Todo el mundo actúa y piensa como lo hace por algo, y somos audaces e injustos a veces cuando nos ponemos a juzgar sólo por lo que vemos.
A la maestra la llamaban revolucionaria porque a la semana de llegar al pueblo a dar clase, reunió a los padres y les recordó que tenían obligación de enviar al colegio a los niños y a las niñas. En aquel pueblo, hasta entonces, iban al colegio los niños pequeños hasta los doce o trece años, cuando sus cuerpos ya habían empezado a crecer y a fortalecerse. Entonces los padres decidían que ya estaba bien de tanta letra y se los llevaban a trabajar con ellos al campo, porque al fin y al cabo eso era  lo que iban a tener que hacer durante toda su vida, como habían hecho ellos y sus padres y sus abuelos por generaciones. Las niñas aún duraban menos en el aula: ellas no necesitaban ser grandes para empezar a trabajar en casa. Con entender las órdenes que se les dieran era suficiente. Y eso la mayoría lo alcanzaba con siete u ocho años. Así que la escuela era más bien una guardería en la que los más avanzados tenían tiempo de aprender a leer y escribir, y ellos algo de aritmética, que para el campo también era útil. Por eso la maestra les llamó incultos y atrasados porque no les interesaba cultivar la inteligencia de sus hijos, y les recordó que era obligación de los padres llevar los chiquillos al colegio hasta al menos los dieciséis años, tanto a los niños como a las niñas. Ella era la revolucionaria además porque vestía pantalones ¡como los hombres! y aquello estaba muy mal visto. Además vivía sola ¡una mujer tan joven! Y no le importaba presentarse en la cantina o montar a caballo.
Lo que nadie sabía de ella ni quiso saber era que fue huérfana y tuvo que vérselas con las monjas del orfanato hasta que tuvo quince años. Entonces logró escapar y se puso a servir en una casa llena de mujeres que se ocuparon de que estudiara por las tardes, y de que tuviese un sustento hasta que decidió marchar de la casa a compartir lo que tenía con los demás. Y lo que tenía, lo único que tenía era su lectura y su escritura, y su aritmética y geometría y su poca química y literatura. Lo que fuera, ella lo quería compartir. Y se hizo maestra.
Al cura-boticario al principio tampoco le quisieron en el pueblo. ¿Cómo se iba a mezclar la ciencia con la religión? ¿No se había quemado a alguien por andar llevando la contraria a la Iglesia en temas que los científicos interpretaban mal? ¿Cómo era eso de que el cura era farmacéutico si en el seminario se estudiaba solo latín y griego y un poco de las sagradas escrituras? ¿De dónde sacaba aquel hombre esas fórmulas magistrales de las que hablaba en la botica y que de seguro eran conjuros diabólicos? Estaban empeñados en que no era el obispo el que había mandado al cura allí al morir el anterior. Pero todos eran analfabetos y nadie podía escribir al obispado en la capital. Así que cada vez acudían menos vecinos a la misa del domingo, y las viejas se reunían en otro lugar fuera de la iglesia para sus rosarios y sus novenas.
Lo que no sabía nadie en el pueblo era que el cura no siempre fue cura. Que primero fue boticario, que estudió en una de las más prestigiosas universidades del país y venía de muy buena familia, pero que cuando cumplió los veinticinco y le hablaron en casa de casarse, él les dijo que no, que llevaba demasiado tiempo haciendo lo que los demás querían de él, pero que él lo que quería era servir a Dios y a los demás, y que se marchaba al seminario. Su madre se llevó las manos a la cabeza, sus tías se desmayaron, su padre le desheredó, pero él siguió su camino. Ahora estaba en aquel pueblo perdido, donde le veían como aliado de satán, intentando dar lo que llevaba dentro, incomprendido, y esperando que alguien, en algún momento diera su brazo a torcer.
             Ya os he dicho que vais a aprender que no somos nadie para juzgar. Porque los habitantes del pueblo también tienen sus razones para comportarse como lo hacen: porque es un pueblo alejado de toda ciudad, arriba en la montaña. Sus habitantes tienen fama de duros, fríos y hostiles, pero aún son juzgados sin saber. ¿Cómo sería usted señora si no hubiera calles en su pueblo por las que andar? ¿Cómo sería usted si tuviera que vérselas cada día para llevar agua a su casa? ¿Si aún no hubiera luz, y tuviera que alumbrarse con las velas de sebo que usted misma tuviera que fabricar? ¿Si cada año con las nieves se quedara encerrada sin poder salir y tuviera que sobrevivir con lo que tuviera en la despensa? Seguro que usted señora también sería adusta en su gesto, árida en su carácter. También recelaría de cualquier forastero que viniera a contarle las maravillas  que hay en ese otro mundo que no le pertenece a usted. Porque usted no está para esas cosas. Cuando se nace para sobrevivir y morir no hay tiempo que perder. No son necesarias las letras ni los números, mucho menos la literatura que nos cuenta otras vidas que ni imaginar podemos. Las mujeres tienen que aprender a dar de comer a los hombres y a traer hijos al mundo, y para eso la naturaleza se basta. No hace falta la botica cuando las generaciones han sabido sobrevivir con los antiguos remedios que se han heredado generación tras generación. Y mucho menos hace falta que venga nadie a contarnos las bondades de un Dios que nos tiene abandonados, que nos manda o bien sequías o bien inundaciones, que hace que el ganado se lo coman los lobos y que los hijos varones nazcan muertos.
            Como veis, hay mucho que aprender siempre del que tenemos enfrente. No hace falta leer la novela para darse cuenta de ello, pero si es necesario que nos paremos un poco a pensar. ¿No sería mejor si aceptásemos al de enfrente como es e intentásemos meternos en sus zapatos de vez en cuando? ¿No se evitaría a sí mucho del sufrimiento diario que todos padecemos y ante el que muchas veces volvemos la cara para mirar hacia otro lado?
            En fin, no os cuento más porque os desvelaría los secretos de la novela.

            Pero al fin, aunque parezca que me ha dado el trabajo hecho, no está terminada. Me queda algo que pensar…Pero ya lo pensaré mañana.

PILAR FORTUNY

GANADOR 3ª CATEGORÍA: ÓSCAR GARCÍA MAYO

Corría marzo de 1936, en plena euforia postelectoral tras la victoria del Frente Popular en las Elecciones Generales de febrero. Eran días de júbilo y alegría plasmada en la gente del pueblo, recuerdo el día en que se conocieron los resultados electorales, yo, que nunca me había interesado mucho por la política, estaba pendiente de la radio, junto con mis compañeros de mina, en el bar del pueblo.
  ‘’Y ya tenemos resultado de los comicios…’’ pronunciaba el locutor al tiempo que todos y cada uno de los que estábamos en el bar posamos nuestro vasito de vino, dejamos de hablar, y nos concentramos en torno a la radio. A partir de ahí, empezaron todo tipo de especulaciones. Les había que estaban convencidos de una victoria del Frente Popular, otros veían que habría una diferencia mínima, y otros, como yo, que no entendíamos un carajo de política, nos callábamos y asentíamos con la cabeza.
   Yo era un chico modesto, trabajador y poco entendido de estos temas, pero había metido en la urna la papeleta, que en ese momento creía la más adecuada, y la que posteriormente, se vio que la mayoría de españoles, metió. Y eso que en mi núcleo familiar no todos pensaban y actuaron como yo, ni mucho menos. Me había casado tres años antes con mi Matilde, de la que llevaba locamente enamorado desde que compartíamos pupitre. Pues bien, mi Matilde, era por aquel entonces, la ricachona del pueblo, y es que su padre, mi suegro, era el propietario de la empresa Piensos del Valle Fenar S.L. Y hay que decir, que económicamente, mal no le iban las cosas, pues, la empresa producía y producía, y su bolsillo se llenaba y se llenaba, eso si, el de sus trabajadores no solo no crecía, si no que a veces, hasta disminuía…
   Como no, entonces, el señor Alfonso y yo, no íbamos a tenernos cierta tirantez, él, que encima era candidato por la CEDA y que no le gustaban mucho los que pensaban como yo. Pero dentro de este pequeño conflicto familiar, he de decir, que con mi cuñado, Fernando, también cedista, no había ningún problema, es más, le consideraba por aquel entonces, mi mejor amigo. Había ido con él siempre a clase, y éramos habituales compañeros de pupitre en el colegio. Ambos dos, estaban furiosos por los resultados electorales, entonces yo, para bajarles los humos les dije: ‘’tranquilos hombre, si lo bueno de las elecciones, es que cada cuatro años hay unas’’, pero ni con esas.
   Pasaron varios meses hasta que volví a hablar de política con mi suegro y cuñado, yo ya había aprendido bastante durante ese tiempo, yo me acuerdo que les comentaba lo bonitas que me parecían las medidas tomadas por el Gobierno, a lo que ellos me replicaban poniendo caras largas y diciendo: ‘’los rojos siempre estáis igual, queréis quitarnos lo nuestro y repartíroslo’’. Me acuerdo, que al acabar una comida, mi cuñado me dijo muy serio que algo iba a cambiar y que desde África se estaba moviendo algo muy gordo, pero yo no le hice ni caso, estaba harto de oír sus historietas de conspiraciones y demás.
  Llegó el 18 de julio, y empezamos a tener noticias de que unos militares en el Aeródromo de la Virgen del Camino estaban tomando la ciudad leonesa y con ello, la provincia. Yo me acordé de mi cuñado y de sus historias, y me empecé a poner nervioso, sabía que con mi cuñado y suegro no tendría ningún problema, que ellos intercederían por mí, pero yo no tenía ganas de abandonar a mis compañeros así por que sí. Nos reunimos todos los varones del pueblo en torno a la escuela del pueblo, y junto con vecinos de los pueblos de al lado voluntario decidimos combatir si venían a por nosotros. Era 20 de julio, y León había caído en manos de los Nacionales. Decidimos recoger nuestros bártulos, despedirnos de nuestras mujeres y poner rumbo al monte, yo le prometí a la mía, que volvería todas y cada una de las noches a darla un beso de buenas noches y que me contara noticias. Cuando estaba recogiendo todo lo mío, entró en casa mi cuñado, al verme recogiendo todo, me dijo: ‘’ten mucho cuidado donde vayas, si necesitas algo solo tienes que decírmelo’’ y nos fundimos en un abrazo. Posteriormente, él mismo, en su coche, me subió hasta un punto en el que nadie me viera, para no levantar sospechas, allí nos volvimos a despedir entre lágrimas. Me tocó andar unos pocos kilómetros hasta encontrar el  frente donde estábamos asentados, un viejo refugio de la montaña leonesa, allí depositamos todos víveres para unos cuantos días.
   Día a día se iba corriendo la voz por la zona, y más compañeros acudían a combatir con nosotros, era complicado mantener la calma en ese sitio, el peor día que yo recuerdo fue uno en que quise bajar al río para asearme, ya que de noche, quería ver a mi mujer y que esta me viera decente. Así pues, baje hasta el trozo de riachuelo que no era muy profundo, yo, como no había visto a nadie hasta el momento por allí, bajé sin escopeta ni ningún útil que poder usar en mi defensa, además no había avisado a nadie de que bajaba, ya que igual me hubiera caído una buena bronca en ese instante, así que, mientras me bañaba y relajaba en las aguas del Río Bernesga, una patrulla de cuatro guardias civiles, con dos perros, rastreaban la zona, yo había dejado las gafas en la orilla, por lo que no era capaz de ver con exactitud sus rostros, pero ese color y esos tricornios eran inconfundibles. Eran ellos, y seguramente se guiaban por algún chivatazo, entonces yo, solo e indefenso decidí permanecer bajo el agua todos los segundos, que mis pulmones me permitieran, me agarré bien a un tronco que había al fondo del agua. No sé cuantos segundos fueron, incluso minutos, pero al salir a la superficie, exhausto, no había nadie por los alrededores. Me sequé, me vestí y bajé al pueblo por la ruta menos transitada posible.
   Al llegar al pueblo, mi sorpresa fue notable, en la plaza, estaban los mismos guardias civiles que estaban en el río, yo no sabía cómo entrar a casa sin que me vieran, asique decidí saltar la tapia por la parte trasera, eran 3 metros de caída sobre un suelo no muy confortable. Salté y lo conseguí, ya estaba dentro, sin hacer mucho ruido atravesé la Hera y con la llave que aún conservaba de la casa conseguí abrir el portón grande sin que los guardias civiles se percataran de mi presencia, entonces llegué al patio, iluminado por la potente luz de la luna (llena aquella noche), abrí la puerta que comunicaba el patio con el interior de la casa y entré hasta la cocina, la sorpresa de mi mujer fue espectacular, mi suegra, con la que tenía muy buena relación, se alegró un montón al verme y ,e ofreció un montón de cosas para cenar, yo, que llevaba varios días de mal comer no me resistí y acepté encantado. No se alegró tanto de mi presencia en la casa mi suegro, el cual me dijo: ‘’tu juega, juega con fuego que al final te acabas quemando’’. Yo siempre me había caracterizado por tener buen talante, así que le respondí con una mueca y una media sonrisa.
   Después de cenar, y ponerme al día de la actualidad del pueblo, llegó el momento de volver al monte, no crean que fue fácil, entre el agotamiento que llevaba del camino, y que recién había cenado me entró la pereza de volver a recorrer toda aquella senda, pero, ¿qué otro remedio tenía? Así pues, me volví a calzar las botas para la travesía nocturna y me puse en marcha. El camino fue sin apenas algo reseñable que contar, salvo que a mitad de camino me entró el retortijón post cena y tuve que parar, a soltar todo lo que llevaba dentro y que me impedía continuar el trayecto. Finalmente llegué sano y salvo, ante el asombro de la mayoría de mis compañeros que ya se pensaba que estaría criando malvas.
   Siguieron pasando los días, hasta que una tarde, mientras me estaba echando la siesta, un compañero (con él que apenas había cruzado más palabra que un simple ‘’hola’’) me despertó y me dijo que tenía que hablar muy seriamente conmigo, parte de los voluntarios que estábamos allí habían bajado al pueblo la noche anterior con intenciones claras de acabar con las dos personas más poderosas del pueblo, uno era Secundino Gutiérrez, uno de los militares sublevados en la Virgen del Camino, y que habitualmente paseaba por el pueblo muy tranquilo, creyéndose dueño de todo por donde pisa. El otro objetivo era mi suegro, uno de los hombres más ricos no solo del pueblo, sino de la comarca del Valle Fenar, hecho que, unido a su ‘’cedismo’’ reconocido le hacía, con motivo doble, ser objetivo de mis compañeros. Mi compañero me dijo dónde lo fusilarían, así que yo, intenté ponerme en contacto con mi cuñado por medio de un cartero de confianza, que cada 4 días o así más o menos, pasaba por nuestro fortín, que en teoría era secreto, pero que con el tiempo, conocería todo el pueblo… Así pues, en la carta le escribía que a la media noche quedaríamos junto al molino, sobre las 5 y media. A todo esto, nadie en el frente, podía enterarse de que me iba a reunir con nada más y nada menos que con Fernando Álvarez, y es que mi cuñado no era un cualquiera en el bando contrario, podía decirse que era la mano derecha de quien cortaba el pescado, si ya se me tenía cierto resquemor por estar casado con quien estaba casado, imagínate si les digo que a media noche me voy a reunir con el líder contrario para enterrar a quienes ellos acaban de matar, no me lo perdonarían… Y es que, así son las guerras, familias enteras divididas, marido y mujer en bandos enfrentados, y en algún caso que he llegado a conocer, que un hijo tenga que apresar a su propia madre, tremendo.

   Llegó la hora H, no me acuerdo exactamente la milonga que tuve que contarle a mis compañeros que estaban de guardia, pero conseguí salir del frente y poner rumbo al molino. Entre la poca visibilidad, y que no me conocía muy bien el camino, porque jamás había ido de noche, tardé un poco más de lo previsto, pero allí estaba Fernando, llorando a moco tendido, y a sus pies, algo ensangrentado, el cadáver de mi suegro. Al llegar no pude contener mis lágrimas, mi suegro era egoísta, mal encarado, soberbio, prepotente… pero al final y al cabo era mi suegro, y no podía quejarme yo, precisamente, de su trato personal hacia mí, ya que al fin y al cabo, me salvó el pellejo unas cuantas veces… Pues eso, allí estábamos los 3, Fernando y yo nos dimos un abrazo de esos que se sienten, de los que te quedas muy relajado después de dar o recibir en este caso. Junto al molino, había una pala y un carretillo, empezamos a hacer un foso en la arena en la cual nos encontrábamos, no fue tarea fácil, pero lo conseguimos, con mucha delicadeza, y tapado por una manta, dejamos que el cadáver de mi suegro fuera tapándose poco a poco por arena hasta cubrirse por completo. Escondimos la pala y nos juramos mutuamente negarnos si nos cogieran presos nuestros rivales. Yo le pedí que cuidase mucho de mi mujer si no la volvía a ver, él no dudó en asentir con la cabeza. Ya era tarde, estaba empezando a amanecer y él tenía que regresar al pueblo y yo al frente del monte. Nos volvimos a abrazar y deseamos vernos en un futuro, y a ser posible en paz, y que terminase de una vez esta maldita guerra, al fin y al cabo, cada uno defendíamos nuestros ideales y con ellos iríamos hasta la muerte. Después de permanecer abrazos durante varios minutos, nos soltamos y mirándole a los ojos le dije: ‘’Hasta la próxima, cuñado’’.

ÓSCAR GARCÍA MAYO. 2º BACHILLERATO.

GANADORA 2ª CATEGORÍA: MORGANA ZAMORA

 Del Azul al Negro.

Estoy escribiendo una canción con mi madre. Ella dice que el título se lo pondremos cuando la acabemos, pero yo quiero saber cuál va a ser ya, aunque no me quejo mucho porque me encanta este juego. Es nuestro juego favorito. Además,  siempre que escribimos una nueva canción, al terminar la anterior, mi madre me hace una tarta de fresa y, aunque yo no se lo haya dicho, sabe que es mi favorita.
Hoy no avanzamos mucho con la canción ya que tenemos que ir al oculista porque no veo bien de lejos, o eso dice mi mamá, pero yo no pienso lo mismo ya que puedo ver bien su rubia coleta desde el otro lado de la mesa y sus pendientes plateados que tintinean cada vez que se inclina para decirme algo.
Ya fuera de casa, decidimos coger el autobús que tanto odio. Siempre me acaban pisando o tirando del pelo. Al bajar del autobús respiro hondo el aire limpio de sudor y me agarro a la mano de mi mami.
Mamá es muy guapa, pero no quiere que tenga papá porque dice que ella lo quiere ser todo para mí, y yo me alegro mucho de eso, porque también lo quiero ser todo para ella y no me gustaría compartirla.
En el oculista, el hombre de la bata blanca me dice que tengo unos ojos azules preciosos y al despedirnos le empieza a hablar muy cerca del oído a mi madre, mientras ella se aleja y disimuladamente firma un papel en el que veo muchos números y letras. Yo sé la diferencia entre los números y las letras porque mientras jugamos, mamá me enseña lo que significa lo que hemos escrito.
Ya fuera de la consulta, mamá para de repente para hablar con otra persona. Creo que se conocen pero no logro saber quién es, así que miro hacia un punto de la calle en la que veo un osito verde tirado.
Me voy acercando disimuladamente al oso para que mami no tenga que dejar de hablar con el desconocido, pues parecen divertirse, y una vez que estoy segura de que no me ve, corro hacia el osito que parece que me llama, solo, en medio de la acera gris con rallas blancas.
Cuando cojo el osito voy a darme la vuelta para volver antes de que mamá sepa que me he ido, pero la veo venir corriendo y parece enfadada, así que me alejo, pero cuando mamá va a pasar por la acera gris, algo grande y rojo la empuja y cae al suelo.
Se forma un círculo alrededor de mi mamá y a ella no parece importarle, ya que no se mueve, así que voy hacia ella para pedirla perdón y decirla que no se enfade, pero cuando llego mami me mira sin pestañear y el hombre que antes hablaba con ella ya no ríe, si no que le caen gotas de los ojos. Parece que está llorando, pero no sé muy bien por qué.
Él me mira y se acerca a mí mientras que yo miro asustada de él hacia mamá varias veces, preocupada de que no se mueva ni lo aleje de mí, como hizo con todos los demás.
Al llegar a mí se agacha, poniéndose así a mi altura, e intenta abrazarme, pero yo me escondo detrás del cuerpo de mi mamá, que empieza a estar frío.
El hombre intenta sonreír, aunque no le sale muy bien, y me dice muy bajito que mami va a dormir durante un tiempo porque la cerrera le ha cansado y que él me llevará a casa.
Lo miro desconfiadamente y le digo que no con la cabeza, pero me coge en brazos y, en contra de mi voluntad, me aleja de mamá.
Empiezo a gritar y a llorar, lo que provoca que un señor con bata blanca, pero distinto al anterior, venga hacia nosotros. El señor empieza a hablar con el desconocido que, al parecer, se llama Eric, pero solo logro escuchar unas pocas palabras, como tráfico, mala suerte y difícil, ya que mi llanto me impide escuchar más.
Eric se pone tenso y empieza a abrazarme más fuerte mientras me susurra al oído para que el hombre no le escuche:
-Yo te cuidaré, pequeña, y no dejaré que nada malo te pase.- y asiente mirando al señor.
Cuando el otro hombre se va, le pido a Eric el osito, ya que me lo he dejado al lado de mamá, pero Eric que dice que se lo dejemos a mami para que le haga compañía.
De camino a casa me pide que le intente llamar papá, pero yo no respondo ya que no quiero hacerlo.
Al llegar a casa “papá” me explica que mamá no va a volver y que de ahora en adelante viviré con él, pero yo no le creo y me paso la noche despierta esperando a mamá para darla una sorpresa y decirle que yo sabía que iba a volver.
Sin embargo, mi mamá nunca volvió, y año tras año mis ojos se empezaron a oscurecer al comenzar a comprender lo que significaba que mi madre hubiese muerto, aunque seguía con la esperanza de volver a levantarme con ella a mi lado y poder así oler el desayuno que me preparaba mientras jugábamos a nuestro juego favorito.
Pero durante el transcurso de los años, fui desesperándome más y más por la ausencia de mi madre y, al cumplir los 9 años y comprender que mi madre no iba a volver, en mis ojos solamente quedaba un tono negro y sin vida, sin brillo y húmedos, de los que caían las gotas que apagaban las 5 velas de mi tarta de fresa, la que desayuné con mi madre el día antes de perderla.

MORGANA ZAMORA. 3º ESO

PREMIO 1ª CATEGORÍA: PAULA MARTÍNEZ.




EL JARRÓN CHINO


            Hace muchos años en una aldea muy lejana de China vivía un tendero llamado Chin.
            Toda la historia comenzó una mañana cuando Chin se despertó. Había tenido un sueño muy raro en el que todo lo que tocaba se convertía en obra de arte. Lo que él no podía imaginar era que todo lo que había soñado se haría realidad. Cuando Chin se levantó se dirigió a la cocina y vio que el desagüe estaba atascado y lleno de barro. Cada vez que tocaba el barro lo transformaba en jarrones, tazas, platos...etc. Todo esto lo vendía en su tienda.
            A partir de ese momento Chin empezó a tener fama en el pueblo. Todo el mundo compraba sus maravillosas creaciones hechas con barro. Su gran fama llegó a oídos del emperador Kimoto, un hombre poderoso, robusto, de pelo negro y mirada profunda.
            El emperador Kimoto le otorgó el honor de trabajar en su casa. Le ordenó que hiciera la más bella obra de arte del mundo para la boda de su querida hija Li-Ming. Ella era su única familia y estaba muy triste porque al casarse se alejaría de su lado. Juntos jugaban largas partidas de ajedrez y escuchaban música mientras paseaban por los jardines de su palacio.
            Chin tuvo que darse prisa y remover mar y tierra para buscar su inspiración.
            Al mes ya lo tenía, su mejor obra jamás hecha. Era un jarrón de porcelana china decorado con preciosas amapolas rosas y moradas rematadas con hilos de oro. Aquel jarrón tenía un tesoro oculto en su interior. Nadie lo sabía, solamente él.
            Tras la boda de su hija un pirata robó el jarrón  y para que nadie lo encontrase lo escondió en su barco. El jarrón viajó por medio mundo descubriendo nuevas culturas hasta que un día  durante una tormenta con olas enormes se destrozó el barco y se hundió con el jarrón en su interior.
            Siglos después, un barco busca-tesoros encontró los restos del naufragio y entre ellos estaba el jarrón. Lo llevaron a una subasta de objetos antiguos y allí un niño por accidente rompió el jarrón. Así se descubrió el gran tesoro oculto del jarrón chino guardado durante siglos en su interior y  que sólo lo conocía su creador.



                                                                                              Autor: CHIN


PAULA MARTÍNEZ CRESPO. 1º ESO.

GANADORES CONCURSO LITERARIO 2015


miércoles, 4 de marzo de 2015

Carta ganadora categoría "Profesores"

Isla de las Tormentas, Octavo lunes del año 1876
Amor:                                                                                     
Os escribo desde los kilómetros de distancia que nos separan; vos allá al otro lado del mar, de este mar enorme y embravecido, yo aquí, en mi isla, en mi faro. Nunca pensé que la distancia sería tan grande, que el tiempo se haría infinito cuando pienso en lo que falta para volvernos a ver.
Paso el día en mi torre, a veces imagino que estoy subido al mástil de un viejo navío oteando el horizonte, preparado para gritar ¡tierra a la vista! como hacían los navegantes en la antigüedad. Desde aquí arriba avisto la costa que al anochecer se llena de luces, y siempre busco  la vuestra, la luz de vuestra ventana, porque se que en cuanto se encienda será porque ahí estáis vos. Entonces mi corazón se acelera. Os imagino  bordando junto a la chimenea, o devorando las páginas de algún libro que quizá os haga pensar en mi. También avisto desde aquí arriba las embarcaciones que los días de calma salen de pesca, o de paseo a navegar. Es dura la vida de farero, pero vos me ayudáis a soportarla. Me ayudáis a levantarme a mediodía cuando pienso que vos lo habéis hecho ya. Me ayudáis al comenzar la tarde cuando he de subir la leña para encender el fuego que dará luz a los navíos que pasen por aquí cerca en la oscuridad y me ayudáis a soportar la noche avivando ese fuego porque avivarlo me recuerda la llama que arde dentro de mi.
Amor, os echo de menos. Os echo de menos incluso cuando estáis a mi lado porque no puedo teneros, porque ese tiempo que compartimos juntos se va a terminar. Me duele el alma cada vez que os pierdo de vista y tiemblo de miedo pensando que quizá no os vuelva a ver. Porque nuestros encuentros son cortos, raros, escasos, porque no hay tiempo,  porque  siempre tengo que volver a esta torre, a mi torre, con mis fuegos: el de la leña y el de mi corazón.
Decidme que vos también me añoráis, decidme que observáis la luz de mi faro como  distingo yo la de vuestra ventana entre cientos más; decidme que esperáis con impaciencia la llegada de los martes en que vuelvo a tierra en mi barca a por más leña para después volver aquí. Decidme Amor que no hay otro más cercano que yo aunque nos separe la distancia, decidme que me pensáis como yo os pienso a vos, encerrado en la torre de mi faro esperando que me vengáis a rescatar.
Sabéis que el mar es mi vida. No puedo hacer otra cosa que estar aquí intentado salvar a los que se arriesgan en las noches de tormenta, en estos inviernos locos en los que el mar embravecido es capaz de destrozar  cualquier navío contra las rocas como hizo aquella vez. No puedo volver a tierra sin saber que todo está tranquilo y a salvo, y necesito saber que cuando vuelva estaréis ahí esperándome en el muelle con vuestra sonrisa, siempre en martes, siempre a la misma hora, siempre para pasar unas horas juntos y despedirnos de nuevo otra vez.
Os quiero Amor. Os quiero desde lo más profundo del alma, os quiero porque me alegráis la vida, me hacéis feliz, me traéis paz. Os quiero aquí encerrado, os quiero en la distancia, os pienso cada noche y os sueño cada mañana.
Ya termino Amor. Mañana es martes y echaré esta carta al correo cuando llegue al muelle. Después nos veremos, pasearemos juntos y volveremos a decirnos adiós.
Hasta que volvamos a vernos estaré con vos en esta carta, en cada palabra de esta página, en cada letra escrita de mi puño y letra con los latidos de mi corazón.
Os quiero más aún ahora que termino

Juan Valverde

PILAR FORTUNY 

Carta ganadora 3ª Categoría



Querido amor:

Quería decirte algo que llevo pensando bastante tiempo. No sé cómo reaccionarás, ni siquiera sé si lo leerás, pero allá va.
Tenemos vidas diferentes, la verdad. Somos dos personas demasiado distintas, pero que por alguna razón un día encajamos, quizá no del todo, pero algo había. Mucha gente lo llamaba…sentimiento.
La verdad, creo que fue más que eso; fue algo como nosotros, diferente. ¿Mágico? No creo en la magia, pero tampoco era lógica mi forma de quererte. ¿Perfecto? Ni de lejos; creo que fue la cosa más imperfecta, pero, otra vez, hay algo que me hace recordarlo como la imperfección más perfecta que he vivido.
Y, con sinceridad, me hace un poco de gracia, me río recordando, sonrío al verte y me quedo melancólica al acordarme que donde ahora mismo estoy sentada escribiendo, hace un año…estabas tú. Pero tampoco voy a mentir; a veces lloro al sentir que por muchas veces que lo intente, nunca volveré a tener esa sensación de volar, de sentirme feliz cada minuto del día, esa sensación extraña y diferente que solo una persona puede traerme de vuelta.
Y, créeme, hay una parte de mí que no quiere nada de eso, que no desea tu vuelta, puede que por miedo, porque no quiere recordar las partes que dolieron tanto o simplemente porque esa parte de mí sabe que las cosas que se van, no vuelven y, si lo hacen, no vuelven a ser las misma.


Besos


MARÍA ROLDÁN. 1º BACHILLERATO A

Carta ganadora 2ª Categoría






Querida Mafalda:
Soy yo, la sopa. Te escribo esta carta para preguntarte el porqué de tu odio hacia mí, y también para confesarte que yo siempre te he querido.
Desde la primera vez que te vi, me fascinaste con ese pelo tan negro como el azabache y el lacito que siempre adorna tu cabeza.
También me encanta tu humor y la manera en que ves la vida.
Todavía recuerdo el día en que te vi por primera vez, que ni siquiera te atreviste a probarme; simplemente dijiste “no me gusta” y me empujaste lejos de ti. ¡No me lo podía creer! Te había visto comer purés de colores muy sospechosos, alcachofas y hasta esos mini arbolitos que la gente acostumbra a llamar brócoli. Desde ese día empecé a reinventarme, creando así nuevas variedades de mí misma: existo como sopa de pollo, de pescado, de verduras, de cocido, de sobre, de fideos, de estrellitas, de letritas…Pero tú siempre me rechazas.
Espero que algún día llegue a gustarte tanto como tú me gustas a mí.
Un beso, Mafalda, nos vemos pronto, que ya sabes, los martes al mediodía toca sopa.
Te quiere,

Sopi, tu amiga líquida.

P.D.: Ya estoy trabajando en una nueva variedad: sopa de helado con chocolate. Te encantará

SARA ROMÁN, 3º ESO C

Carta ganadora 1ª Categoría

"CAPERUCITA Y EL LOBO"



Querida Caperucita:

¿Sabes quién soy? Nos solemos cruzar por el camino, yo te veo escondido entre los matorrales, pero tú no me ves. Vas con tu cesta llena de comida para tu abuelita que está enferma. Te veo recoger flores de todos los olores y colores. Siempre llevas tu caperuza roja que, por cierto, te queda muy bien.

Soy quien menos esperas que sea. No es que sea muy guapo, la verdad, pero tengo un corazón más grande que el infinito y más allá (eso es lo que dicen los animales del bosque); si no me crees puedes preguntárselo a ellos.

¿Te gustaría quedar un día para dar juntos un paseo por mis dominios? Me encantaría poder enseñarte los rincones más románticos del bosque. Conmigo siempre estará segura y feliz.

Te quiero mucho,

Fdo.: Tu Lobo Feroz

PAULA MARTÍNEZ CRESPO, 1º ESO B

miércoles, 25 de febrero de 2015

Artes. Sancho, don Quijote y su locura.



Ganadores del concurso "Cartas de amor 2015"

Los ganadores de la edición del concurso Cartas de Amor, son:

1ª Categoría(1º y 2ºESO):Paula Martínez Crespo. 1º ESO B

2ª Categoría (3º y 4º de ESO): Sara Román. 3º ESO C

3ª Categoría(1º y 2º Bachill.):María Roldán.1º Bachillerato A

4ª Categoría (Profesores): Pilar Fortuny.

Muchas gracias a todos los alumnos y profesores que han participado (y que este año han sido muchos) y ¡enhorabuena a todas las ganadoras! 

En breve publicaremos en este blog todas las cartas ganadoras.

domingo, 8 de febrero de 2015

domingo, 1 de febrero de 2015

El Quijote (Introducción)

Zenit nos canta El Quijote en versión hip hop.




CONCURSO CARTAS DE AMOR 2015


Los tribunales estarán formados por los profesores del departamento de Lengua y Literatura (para valorar las cartas de los alumnos) y por un grupo de alumnos voluntarios (que valorará las de los profesores).