Isla de las Tormentas,
Octavo lunes del año 1876
Amor:
Os escribo
desde los kilómetros de distancia que nos separan; vos allá al otro lado del
mar, de este mar enorme y embravecido, yo aquí, en mi isla, en mi faro. Nunca
pensé que la distancia sería tan grande, que el tiempo se haría infinito cuando
pienso en lo que falta para volvernos a ver.
Paso el día en
mi torre, a veces imagino que estoy subido al mástil de un viejo navío oteando
el horizonte, preparado para gritar ¡tierra a la vista! como hacían los
navegantes en la antigüedad. Desde aquí arriba avisto la costa que al anochecer
se llena de luces, y siempre busco la
vuestra, la luz de vuestra ventana, porque se que en cuanto se encienda será
porque ahí estáis vos. Entonces mi corazón se acelera. Os imagino bordando junto a la chimenea, o devorando las
páginas de algún libro que quizá os haga pensar en mi. También avisto desde aquí
arriba las embarcaciones que los días de calma salen de pesca, o de paseo a
navegar. Es dura la vida de farero, pero vos me ayudáis a soportarla. Me
ayudáis a levantarme a mediodía cuando pienso que vos lo habéis hecho ya. Me
ayudáis al comenzar la tarde cuando he de subir la leña para encender el fuego
que dará luz a los navíos que pasen por aquí cerca en la oscuridad y me ayudáis
a soportar la noche avivando ese fuego porque avivarlo me recuerda la llama que
arde dentro de mi.
Amor, os echo
de menos. Os echo de menos incluso cuando estáis a mi lado porque no puedo
teneros, porque ese tiempo que compartimos juntos se va a terminar. Me duele el
alma cada vez que os pierdo de vista y tiemblo de miedo pensando que quizá no
os vuelva a ver. Porque nuestros encuentros son cortos, raros, escasos, porque
no hay tiempo, porque siempre tengo que volver a esta torre, a mi
torre, con mis fuegos: el de la leña y el de mi corazón.
Decidme que
vos también me añoráis, decidme que observáis la luz de mi faro como distingo yo la de vuestra ventana entre cientos
más; decidme que esperáis con impaciencia la llegada de los martes en que
vuelvo a tierra en mi barca a por más leña para después volver aquí. Decidme
Amor que no hay otro más cercano que yo aunque nos separe la distancia, decidme
que me pensáis como yo os pienso a vos, encerrado en la torre de mi faro
esperando que me vengáis a rescatar.
Sabéis que el
mar es mi vida. No puedo hacer otra cosa que estar aquí intentado salvar a los
que se arriesgan en las noches de tormenta, en estos inviernos locos en los que
el mar embravecido es capaz de destrozar
cualquier navío contra las rocas como hizo aquella vez. No puedo volver
a tierra sin saber que todo está tranquilo y a salvo, y necesito saber que
cuando vuelva estaréis ahí esperándome en el muelle con vuestra sonrisa,
siempre en martes, siempre a la misma hora, siempre para pasar unas horas
juntos y despedirnos de nuevo otra vez.
Os quiero
Amor. Os quiero desde lo más profundo del alma, os quiero porque me alegráis la
vida, me hacéis feliz, me traéis paz. Os quiero aquí encerrado, os quiero en la
distancia, os pienso cada noche y os sueño cada mañana.
Ya termino
Amor. Mañana es martes y echaré esta carta al correo cuando llegue al muelle.
Después nos veremos, pasearemos juntos y volveremos a decirnos adiós.
Hasta que
volvamos a vernos estaré con vos en esta carta, en cada palabra de esta página,
en cada letra escrita de mi puño y letra con los latidos de mi corazón.
Os
quiero más aún ahora que termino
Juan
Valverde
PILAR FORTUNY